“Del cuento que no podre olvidar”
Una vez me enteré del asunto de los donguis, me surgió un torbellino de ideas escalofriantes sobre lo que podría ser el fin de la raza humana. Así que pensé en para qué Dios creó al hombre, y después de un rato de reflexiones, me respondí a mí mismo: “¡Para resolver los problemas que nos rodean , claro!”.No quedaba más que hacer, no podía contenerme de la ira, estaba decidido, tenía que evitar desgracia semejante, de cualquier manera. Así que, al día siguiente, empecé a investigar todo sobre los donguis. Asimismo, con el transcurso del tiempo, tuve la oportunidad de conocer grandes hombres de ciencia, políticos, economistas, inclusive algunos presidentes, todos decididos a colaborar unánimes por la vida de las naciones. Ahora bien, conseguir un fondo de investigaciones para encontrar alguna debilidad en seres tan extraños, no fue simple, y en especial porque se trataba de esos señores de las Naciones Unidas. Pero como todo obra para bien, al cabo de un año nos lo dieron, lo que nos permitió desarrollar nuestros estudios instantáneamente luego de haberlo hecho en primera instancia de forma empírica. No fueron necesarios tanques de guerra, ni mucho menos gases o veneno, pues la sustancia no era para matarlos, sino para convertirlos en seres amistosos, lo cual logramos un 29 de noviembre en medio de un día lluvioso y húmedo.
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